Por Psic. Paola Fuentes
Navojoa/VM, 16 de julio.- “Dios
nos ha dado dos oídos para escuchar el doble de lo que hablamos”… recuerdo que
alguna vez una persona utilizó esta frase que me hizo reflexionar, en realidad
esta frase nos resulta tan fácil de entender pero tan difícil llevar a la práctica
cuando se trata de resolver un conflicto.
¿Cuántas veces al estar
discutiendo con alguien, ya sea la pareja, los padres o algún amigo, nos
dejamos llevar por la ira y decimos ofensas, de las cuales después nos
arrepentimos, sólo por no tener la habilidad de controlar nuestras emociones?.
Muchos presumimos de ser
prudentes y educados, pero cuando se trata de una discusión nos olvidamos de
las reglas más primordiales para poder
llevar a cabo una comunicación efectiva.
Al estar molestos, nuestras
reacciones alimentan más las discusiones y los conflictos, hablando en sentido figurado es como si
nuestras palabras se convirtieran en la leña que alimenta el fuego de la
hoguera.
Hay una frase popular en la que
se expresa que cada cabeza es un mundo,
es muy cierto, cada persona tiene maneras distintas de percibir las
cosas, y por lo tanto a reaccionar diferente y son estas diferencias las que
provocan discusiones y peleas.
Es natural que las diferencias se
hagan presentes entre las personas que mantienen una relación, ya sea sentimental
o incluso laboral, pero la manera de resolverlas y llegar a acuerdos será la misma en cualquier escenario.
Durante una pelea a menudo se
presentan diversas barreras que impiden que la discusión se realice de una
manera sana, propiciando un desenlace destructivo que genera rencores y
sentimientos de ira y tristeza.
Una de ellas es generalizar utilizando las palabras “siempre”
y “nunca”, estas palabras funcionan como detonantes en una discusión pues al
mencionarlas provocan que se cree la barrera de la pérdida de objetividad.
En esta barrera las peleas
cambian de dirección y se empiezan a discutir circunstancias que ocurrieron en
el pasado, es decir se pierde el orden y surge la confusión.
El hecho de que otras personas se
encuentren presenciando la pelea propicia
la barrera del orgullo, pues el ego crece, y el objetivo de la
disputa se convierte en demostrar a los
testigos quien es más inteligente, fuerte o dominante y luchan por mantener esa
imagen.
Una buena pelea se consigue
evitando las circunstancias que se mencionaron anteriormente, pero sobre todo
escuchando, pues no sólo se trata de oír lo que está diciendo la otra persona,
sino también de entenderla y esperar con paciencia y respeto nuestro turno para
externar nuestras ideas y objeciones.
Otro de los aspectos que
contribuyen a una discusión sana es tener presente que como seres humanos somos
imperfectos, podemos tener errores y por lo tanto existe la posibilidad de no
tener la razón al momento de discutir sobre algo.
También es necesario evitar ser
autoritario, inflexible y utilizar frases sarcásticas, pues con estas actitudes
se cierran las puertas al dialogo, irritando aún más a la otra persona.
Tal vez todas estas
recomendaciones se olviden al momento de dejarse llevar por la ira, pero
conforme se vayan llevando a la práctica se volverán parte de nuestro estilo de
vida y contribuirán a tener una buena salud emocional.
E-mail: psic.fuentes@hotmail.com
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