* Han pasado 36 años. Los campesinos continúan igual: en la marginación y la pobreza
Por Cuauhtémoc Mávita E./ Periodista
El Bitachi/ Navojoa.- Parece que fue ayer, pero ya han transcurrido 36 años. De los campesinos solicitantes de tierra de mediados de los setentas que se rebelaron e invadieron terrenos agrícolas en el Valle del Yaqui muchos han muerto; de los que aún viven, la mayoría continúa subsistiendo en la pobreza y pocos son los que siembran.
El rentismo, uno de los tantos males que afectan a los ejidatarios, los ha convertido en peones al servicio de los inversionistas que ejercen su poder de dominación en la agricultura del sur de Sonora.
Se estima que seis mil productores siembran el Valle del Yaqui y que dos mil hacen lo propio en el Valle del Mayo. Eso no es ilegal, ya que las reformas al artículo 27 constitucional lo permiten, pero dan una idea del porque de la marginación y pobreza que prevalece en el campo.
Ante esa realidad, hay quienes se preguntan si valió la pena la muerte de los siete campesinos que cayeron tras el violento desalojo del block 715, propiedad del agricultor Miguel Dengel, en aquella cada vez más lejana madrugada del 23 de octubre de 1975; también si el reparto agrario del 19 de noviembre de 1976 en los valles del Yaqui y del Mayo, fue realmente la justicia social que reclamaba el campesinado.
Por otra parte, después de poco más de siete lustros, los únicos que parecen estar bien son los líderes que se posicionaron política y económicamente tras esas movilizaciones. Muchos han lucrado durante esos 36 años: Urbano Terán Enriquez, Juán Leyva Mendivil, Olegario Carrillo Meza, y otros que han obtenido fuertes beneficios provenientes de las estructuras de gobierno. Hasta Heriberto García Leyva, quizás el líder más auténtico y uno de los cabecillas de la insurrección agraria en San Ignacio Rio Muerto, se ha visto en la necesidad de “negociar” para sostenerse.
Aquellas reuniones previas a octubre del “setenta y cinco” son cosas del pasado. Las ideas que galopaban en ese entonces provenientes de la ideología antigubernamental de Genaro Vazquez, Lucio Cabañas Barrientos, Heberto Castillo, Valentin Campa, José Santos Valdez, y otros, gradualmente han quedado sepultadas, al igual que las lecturas de la insurrección estudiantl de octubre de 1968 que fueron el parteaguas de la democracia mexicana.
Sin embargo, muchos campesinos, tan dados a vivir de glorias pasadas, aún les guardan ciertas consideraciones y respeto a los líderes que emergieron de los movimientos agrarios de 1975 y de 1976 y de los cuales algunos de ellos actualmente sobreviven como parásitos del sistema político. No obstante ese “respeto”, no es ya porque reconozcan su liderazgo y participación, sino porque a los productores rurales no se les “olvida” cuando alguien les da la mano; además requieren del mesianismo para alimentar su espíritu y darse ánimos para continuar adelante.
Precisamente la debilidad de los líderes, tan proclives a la adulación y dejarse envolver por los oropeles de la política, condujo a que se fueran olvidando las causas que orillaron al campesinado a invadir los predios agrícolas de los llamados latifundistas.
Dicen en la Colonia Militar, en San Ignacio Rio Muerto, en El Polvorón, el Alhuate, el Campo 104 y en el Campo 77, que si resucitara Juán de Dios Terán Enriquez, Rogelio y Benjamín Robles Ruiz, Rafael López Vizcarra, Miguel Gutiérrez, Enrique Félix Flores y Gildardo Gil Ochoa -los campesinos muertos en la confrontación con los agentes policiacos encabezados por Francisco Arellano Noblecía-, se lamentarían del actual estado de cosas y enjuiciarían a los dirigentes que aprovecharon la masacre para su beneficio personal.
Las 9-50-00 hectáreas que recibió cada campesino el 28 de noviembre de 1975 tras el episodio sangriento de San Ignacio Rio Muerto, son un patrimonio que quema las manos y enturbia en ocasiones la mente para reconocer esa realidad. El 80% de la tierra está rentada.
Por cierto, sobre los hechos de San Ignacio Rio Muerto se han escrito muchas historias, algunas de ellas con mucho de cierto pero también de falso, algo así como un guión de cine al que se le hacen agregados para que la película sea más comercial. Inclusive los herederos de ese episodio han aprendido a obtener regalías y continúan manteniendo ese negocio.
Y así pasan los años. Los campesinos continúan inmersos en la pobreza. Sin crédito, sin apoyos y sin esperanza.
Heriberto García Leyva, reconoce esa realidad: “El campo sigue igual. No hay cambios de fondo y forma que beneficien a los campesinos. Antes estábamos como antes y ahora como ahora. Se han multiplicado los líderes corruptos, y cada día son más los ejidatarios que se ocupan como peones en sus tierras, porque estas están rentadas a los capitalistas del campo. Por eso estamos como antes y ahora como ahora”.
Así es. Lástima del campesinado: tan lejos de la justicia, y tan cerca de los que los tienen encarcelados.
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