Por Cuauhtémoc Mávita E./Periodista.
El Bitachi/ Navojoa.- Algunos políticos y la mayoría de los politicastros, aseguran que “la cargada”, como los dinosaurios, ya se extinguió. En los hechos continúa viva y coleando, ya que esta es producto de una reacción natural y de la perversión de los que tienen el poder o sueñan con tenerlo.
El Bitachi/ Navojoa.- Algunos políticos y la mayoría de los politicastros, aseguran que “la cargada”, como los dinosaurios, ya se extinguió. En los hechos continúa viva y coleando, ya que esta es producto de una reacción natural y de la perversión de los que tienen el poder o sueñan con tenerlo.
De ello que no se vale tratar de envolver con mentiras a los mexicanos, como si fueran entes que no tienen memoria. Tampoco es racional o juicioso tratar de tapar el sol con un dedo. Más cuando para los gobernados, principalmente para aquellos que conocen la historia política de México, les resultan insoportables las aseveraciones encaminadas a hacerles creer que no existe lo que está a la vista de todos.
Ese discurso tradicional y engañoso es repudiado por los muchos. La gente quiere escuchar o ver algo diferente a los que suelen llamarse los candidatos de la esperanza que prometen mucho y cumplen poco; a los que ofrecen combatir la corrupción y las corruptelas, pero que en los hechos la encubren porque son parte de la misma; a los que acostumbran llegarle a la sensibilidad de los votantes sentándose en la mesa de los menesterosos, pero que tan pronto les dan la espalda se desinfectan o se ríen a carcajadas de la marginación y la pobreza mientras degustan un T-Bone Steak acompañado de un vino importado.
A eso también se le llama cinismo, como cínicos son aquellos que se dejan arrastrar por la ola de aduladores o la conocida “cargada” para rendir pleitesía a los o bien al candidato, generalmente con el único propósito de llevar agua para su molino. Y eso no es privativo de un partido político y sus militantes, sino que parece ser la cultura de los muchos.
Por cierto uno de los cínicos más cínicos, el extinto cacique potosino Gonzalo N. Santos, se jacta en sus Memorias acerca de los beneficios que le produjo la “cargada”, “el dedazo”, “el agachismo” y “el mangoneo” en el ejercicio de la política. Coordinador de la campaña presidencial de Pascual Ortiz Rubio, se encargó de que en cada estado las “mayorías” se sumaran a “mi candidato” que en marzo de 1929, fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR hoy PRI), fuera escogido por el general Plutarco Elías Calles para ocupar la presidencia de la república. Los traía –según él- comiendo de la mano y de manera pacífica: “Nunca se usaron las armas en contra de nadie en las ciudades, en las campañas políticas si las mandé disparar en varias ocasiones al aire, pero para amedrentar” (Santos, p.397).
“La cargada” es eso: cargada. Todos con el más probable ganador. El maestro Carlos Monsivais, recientemente muerto, en Días de Guardar, pinta de manera magistral a los políticos y los que no lo son tanto que pretenden continuar pegados a la ubre presupuestal, ya que como sustentara Cesar Garizurieta “El Tlacuache”: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.
Así ante el “destape” de un candidato y por consiguiente "la cargada" abundan los calificativos habidos y por haber:
-Es el mejor, la decisión perfecta. No hay otro como él. ¿Cómo no emocionarnos ante sus virtudes? Es el largamente anhelado. Lo que siempre soñamos.
-Cómo abstenerse de enumerar sus virtudes: valiente, generoso, capaz, magnánimo, elocuente, vivaz, penetrante, admirable, lejano, próximo, recatado, audaz, justo, extraordinario, prudente, decidido, ordenado, vasto y maravilloso”.
En la práctica la mayoría de los candidatos que han ocupado un cargo de elección popular son ajenos a esos calificativos que tienden a multiplicarse con la publicidad y la propaganda, en las columnas políticas y demás medios que se prestan para construir imágenes, esas sí maquilladas y la más de las veces inexistentes.
No obstante, lo que si hay que reconocer es que “la cargada” ha modificado sus patrones de comportamiento en comparación a la década de los treinta hasta las postrimerías del siglo veinte, dado que “el dedazo” y “el destape” se presenta desde el 2000 a la fecha en escenarios con particularidades diferentes: las reglas han cambiado, aunque en el fondo tienen el mismo propósito. El sistema político supuestamente es democrático, y todos deben de respetar las normas y los tiempos. En eso se escudan tanto el PRI como el PAN para divulgar que ya no hay “cargada”.
Pero, ¿Qué es lo que sucederá tan pronto el PRI elija a quien será su candidato a la presidencia de la república? ¿Qué pasará en el PAN cuándo se decida quien los representará en la justa presidencial? ¿Cómo se moverán los vientos en el PRD cuándo tengan a su candidato a la primera magistratura del país?
No hay que ir muy lejos por la respuesta: brotará, como el Sarampión, “la cargada” y por supuesto proliferarán los profetas del “se los dije, él era la mejor opción”, así como los calificativos de siempre: no hay nadie como él, tiene una familia muy integrada, es super honesto, es un amigo, es más es un santo, vamos a saludarlo, y nos hará el milagro.
Finalmente, el gobernar este país queda en familia: con su nepotismo, compadrazgo, corrupción, y tantas otras cosas que tienen en el atraso a México y los mexicanos.
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