Ciudad de
México/VdM, 02 de Octubre
De repente
escuchaba y leía algunos comentarios de ese grupo de personas opinadoras que se
asumen expertas casi en todo, que si habían sido cien millones, que si 120, que
si el daño al patrimonio no tenía precio.
El chiste es que
desde su púlpito mediático algunas figuras se concentraron en calcular antes el
daño ocasionado por las recientes movilizaciones feministas en el país, que lo
que como Nación nos cuesta la violencia en razón de género o las miles de
muertes por abortos clandestinos mal practicados.
Pareciera que para
algunas de esas figuras importantes de la prensa -más opinadores que
periodistas- es más alarmante que las mujeres causen destrozos a entender la
dimensión de sus demandas.
En varias ocasiones
he comentado el riesgo que significa caminar sobre la cuerda floja que separa
el periodismo del activismo, un debate que entre periodistas se nos da bien y
bonito, pero que no se aplica a quienes simplemente se dicen analistas,
columnistas, especialistas en temas, porque es claro que su perspectiva siempre
es la del activismo hacia alguna causa que pocas veces es social.
El tema es que este
grupo de personas pensantes ocupa grandes espacios en medios y se han dedicado
las últimas semanas a descalificar y criminalizar los reclamos de grupos que
salen a protestar por las calles de la Ciudad de México o cualquier otra ciudad
del país.
Seguramente todas
las escuelas donde se enseña periodismo han tenido al menos en una ocasión una
plática sobre cómo la prensa mexicana retrató las marchas y manifestaciones de
estudiantes en 1968 y de cómo las portadas del 3 de octubre de aquel año fueron
más para defender al sistema y calificar a estudiantes de comunistas
revoltosos, que de informar con claridad y con hechos sobre lo que realmente
sucedió en Tlatelolco.
Hoy 51 años después
parece que la prensa mexicana sigue sumisa ante la postura ruda de que
cualquier manifestación es un acto criminal que atenta contra la estabilidad
del estado.
Si, claro, hay
movilizaciones donde hay desmanes, violencia, destrozos y todos ellos deberán
ser también señalados por la prensa, pero con base en la descripción de los
hechos y la verificación de lo sucedido, no en función de las filias o las
fobias de cubre la nota o peor aún de quien dice que la analiza.
La cobertura
reciente de algunos medios sobre las marchas feministas nos obliga nuevamente a
reflexionar sobre cómo estamos asumiendo posturas a favor o en contra de
cualquier causa, en vez de concentrarnos en reportear y dejar que sean los
hechos los que le den a la sociedad las herramientas suficientes para entender
la realidad.
Las marchas de este
día, 2 de octubre, serán la nueva prueba para ver si de verdad aprendemos a
cubrir de mejor manera el reclamo social o si queremos seguir optando por su
criminalización permanente, sin importar los colores del partido en el poder.
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*Periodista. Autor del "Manual
de Autoprotección para Periodistas" y de la "Guía de Buenas Prácticas
para la Cobertura Informativa sobre Violencia”.
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