Camahuiroa, Huatabampo/VM, 3 de
abril.- Y se cumplió su deseo: Ema Dolujanoff Avcharov se quedó en la playa de
Camahuiroa.
La Unidad Regional Sur (URS) de la
Universidad de Sonora hizo posible la petición, en el testamento de la
escritora, de que sus cenizas fueran esparcidas en la playa de Camahuiroa.
Testigos de honor de la ceremonia
fueron los danzantes de pascola y venado, acompañados en ese atardecer por
músicos tradicionales mayos, yoremes de quien se enamoró y en quienes encontró,
tanto en tierra, monte, arena y mar, su inspiración para escribir "Los Cuentos
del desierto".
El homenaje póstumo se realizó el
pasado 30 de abril, en los jardines de la iglesia de la comunidad de
Camahuiroa, donde se dieron cita personal y académicos de la Universidad de
Sonora, habitantes de la localidad, amistades, allegados a la escritora
provenientes de la ciudad de México y fiesteros mayos, que le rindieron su
tradicional ritual como despedida a quien fuera una visitante querida y que
supo valorar la cultura de esta región.
Luz Haydée Cruz Morales,
vicerrectora de la URS, dio la bienvenida a nombre del rector Heriberto
Grijalva Monteverde, y agradeció a los habitantes de esa comunidad por su
asistencia, así como a los invitados especiales que viajaron desde la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), amigos de Dolujanoff, quienes gestionaron
los trámites para que las cenizas de la autora quedaran en Camahuiroa.
De Emma, dijo, es un orgullo no sólo
para la Universidad de Sonora, sino para todos los sonorenses, el que ella
decidiera quedarse aquí, con la gente que convivió, de la que aprendió en estas
tierras, que la enamoraron y donde escribió sus principales cuentos y novelas
en el marco de la esencia de los indios mayos de Sonora, a quienes conoció e
impactó su presencia.
El profesor Lombardo Ríos Ramírez,
orador oficial, invitado por la Universidad de Sonora, describió la trayectoria
y obra de Dolujanoff Avcharov.
Con sus palabras supo refrescar esa
memoria, entre los asistentes, con las mareas altas, la arena, el monte, los
indios, su amor a la vida y a la gente, y el público le respondió con lágrimas
y aplausos.
Arturo Villanueva y Robertson,
albacea de la doctora Dolujanoff, con palabras muy emotivas agradeció la
calidez de la gente sonorense, de la que ella -Emma- siempre se sintió
orgullosa.
En mención especial se refirió a su esposa,
Margarita Noguera, amiga entrañable de homenajeada.
Ignacio Almada Bay, integrante de la
Junta Universitaria de la alma mater, destacó la relevancia de la obra de la
también escritora, de origen armenio, fallecida en abril de 2013.
"Vivió como doctora entre los
indios mayos, a los que describió en sus cuentos --señaló--. Seducida por la
conjunción del cielo, monte y mar, prolongó su estancia en este solar del sur
de Sonora, trabando afectos con los lugareños".
A nombre de la comunidad habló
Miguel Humo, quien dijo ser un fiel lector de Emma, de conocer su obra y de
sentirse orgulloso porque alguien extranjero vino a escribir y describir las
costumbres y la cultura de la etnia mayo, de la que él es nativo, añorando la
vida de sus abuelos, que posiblemente conocieron a la autora.
Finalmente, frente a un atardecer
rojizo, en la playa de Camahuiroa --un rincón del sur de Sonora que baña el Mar
Bermejo--, al son de los danzantes de Venado y Pascola, con una marea brava que
abría sus brazos de espuma centenaria para estrechar a esa nueva habitante de
las rutas marinas, fueron esparcidas las cenizas de Emma Dolujanoff Avcharov.
Cuentan que entre las alas salinas
del aire se vio flotar un espíritu agradecido, y que el rumor de las olas
traían el sonido apacible de unos pies descalzos de mujer al caminar sobre la
playa, imaginando una línea del cuento La correría del venado: "Voy a la
Correría porque el padre lo manda, porque es cosas de hombres para la Fiesta de
San Miguel".
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